Por
unos minutos estaba desorbitado y en la nebulosa. Siempre creí que el mundo
KISS se reducía a esos tres títulos clásicos arriba mencionados; pero
Domingo Salvia me enseñó que la llave maestra estaba en rastrear el “rock
directo de importación”. Martínez de Oz, al igual que “mingo” Cavallo dos
décadas después, crearon la falsa ilusión de que el peso era igual a un
dólar y, aunque parezca mentira, en aquellos meses post Mundial 78, nuestra
moneda gaucha estaba algo más fuerte que la gringa. Aunque Usted No lo
Crea, los vinilos importados llegaron a valer durante algunas pocas semanas
12 centavos menos que los nacionales.
Quienes detentaban el privilegio
de expender estos productos fuera de la órbita “disco es cultura” allá en la
zona Sur, eran unos hermanos que atendían un local llamado “Fonola” sólo a
metros de la estación de Lomas de Zamora. Fonola era un “planeta” único en
el medio de la “nada”. Bateas de roble, piso alfombrado, luces rítmicas al
estilo Studio 54, equipos de sonido Pionner, bafles colgantes, bandeja
giradiscos con regulador de velocidad y púas Shure Diamond que brillaban
cada vez que acariciaban la pasta. Del techo colgaban promos increíbles como
el cubo de “Dynasty” o el de “Out of Control” de Peter Criss (esos nunca más
los vi en ningún otro lugar), también había pósters como el famoso de Gene y
Ace de Alive II ese de espalda con espalda, y ni hablar del exhibidor de
cassettes repleto de ítems raros para la época.
Mi primer visita a Fonola a
fines de 1980, fue lisa y llanamente el ingreso a la “dimensión desconocida”
(popular programa de TV). No sabía qué hacer ni por donde empezar a buscar.
Por suerte, los long plays de KISS resaltaban en la batea que enfrentaba la
puerta de acceso. El “olor” rústico y alcanforado que traían los vinilos
importados al día de hoy sigue siendo de ensoñación, aunque el mayor impacto
emocional estaba en la nitidez y claridad que tenía la gráfica y la
fotográfica de los importados. Ver Dynasty fue como conocerlos en persona.
Quizá sea muy difícil de explicar con palabras, es que las tapas nacionales
se conformaban por colores opacos y muy lavados. Donde en el importado había
cabello, en el nacional era un mazacote negro y donde había plateado en el
argentino era una argamasa amarronada. Para que se den una idea, recién allí
nos enteramos que Peter Criss usaba el color verde para sombrear sus
párpados.
Todo era puro asombro y
novedad. Ahora KISS, de repente había editado más de tres discos, y resultó
ser que en Fonola los tenían todos. Embobado y ansioso pronto surgió el
conflicto, disponía de dinero sólo para comprarme uno. Por alguna extraña
razón elegí “Dressed to Kill”. Será que por esos días, el video clip de
“Shandi” era la novedad favorita y sobre el final los muchachos logran
“vestirse para matar”. Si mal no recuerdo algo de eso se me pasó por la
cabeza pensando que era el álbum que le continuaba “temáticamente” a
Unmasked”, los tipos de traje aunque se vieran tan diferentes. Sea cual
fuera el paradigma, lo cierto que decidí comprar mi “primer importado”.
Llegué a casa como quien tiene
la vejiga hinchada a punto de orinarse encima, pero no todo estaba servido
para el festín: tuve que aguantar a que mi hermano mayor se fuera porque el
“equipo” lo manejaba él. Disimulé lo que traía en la mano y me encerré en la
pieza, y cuando me aseguré de su ausencia, puse el disco en el (“su”)
“Kenwood” como Dios manda. Nivel de sonido 3 que para los 100 watts por
canal ya era una barbaridad y un escándalo vecinal. “Ma’ sí!!!. Que sea
lo que Dios quiera!!!”.
“Room Service” salió con tanta
furia que parecía la escupida de fuego de un dragón o un volcán dormido que
se despierta incesante chorreando lava rockera. Pronto sentí que me temblaba
el pecho y lo que es peor, que un “rock and roll” tan furibundo jamás se
había escuchado en diez cuadras a la redonda en mis primeros doce años de
vida. Llegué a asustarme cuando don Sesaretti, que vivía al lado masculló
algunos golpes contra la pared, pero no desistí en bajar el volumen. Jamás
alguna música o sonido me había causado tanto vértigo como la de “Dressed to
Kill”, y aunque no lo crean, sigue siendo hoy el único álbum de KISS que me
puede transportar felizmente a una época, a un pasado atípico y atemporal,
que me permite dialogar con la ingenuidad de ese pibe que alguna vez fui.
Por las razones que fueran y por lo mágico y especial de la situación,
“Dressed to Kill” está en lo más alto de mi pasión por KISS.
Claves y Particularidades
Es el álbum más corto de KISS, puro rock and
roll adrenalínico, que no pasa los 35 minutos.
Este fue el primer y único álbum producido
íntegramente por los cuatro originales junto a Neil Bogart. Quizás allí
radique lo mágico de su sonido y fuerza.
Entre la edición de “Hotter tha Hell” y “Dressed
to Kill” hay una diferencia de cinco meses, la más corta en toda la historia
de KISS.
Por tal razón algunos temas fueron terminados en
estudio y no tienen solos de guitarra.
“She” y “Love her all I Can” pertenecían al
repertorio estable de temas de “Wicked Lester·” y fueron restituidas porque
no tenían más temas originales compuestos para completar la grabación.
Los pocos solos de guitarra de Ace Frehley son
adictivos, bien cortos pero arquitectónicamente elaborados. También Peter
Criss logra su mejor performance en un disco de estudio de KISS, el exótico
ritmo que le da a “She” es verdaderamente de lujo. Las bases de bajo de
Simmons parecen provenidas de un McCartney endemoniado. Además Stanley da el
puntapié inicial al compositor glitter glam (“Anything for my baby” o “C’mon
and Love me”) que luego se desatará con personalidad por el resto de su
carrera.
La intro de “Rock Bottom” grabada por Ace es un
tapiz de alta costura.
“Love her All I Can” con tan sólo tres minutos
resume lo más complejo que haya realizado KISS a nivel musical: ritmo
percusivo elaborado, solo de guitarra brillante, cortes, cambios de ritmo y
hasta armonías vocales en cuartas.
El intercontinental y legendario himno “Rock and
Roll All Nite”, fue un tema compuesto por encargo. Neil Bogart, presidente
del sello Casablanca les dio una idea de cómo debería ser un hit rockero de
KISS. Gene y Paul hicieron sus partes por separado.
En la grabación de los coros festivos
intervienen, además de los cuatro originales, el mismo Neil Bogart, Sean
Delaney, y Lidia Criss.
La versión del gran hit rockero aparecido en la
compilación “Trashes, Smashes and Hits” está completa y se escuchan de fondo
los aplausos sobre el final de la canción cuando el fade está por concluir.
El éxito de “Dressed to Kill” con su magnético
hit detonaría la primer gira nacional de KISS como cabeza de cartel y de
allí se engendraría el Kiss Alive!, su álbum más emblemático de todos los
tiempos
La portada de la edición nacional, como no tenía
el relieve forjado en los logos, los pintaron de color celeste. Así se
transformó en una rareza codiciada por los coleccionistas. |